Siempre he escuchado decir que solo en verano se come mariscos. A mí, particularmente, me gustan en cualquier época del año y ocasión porque los productos que se extraen de nuestro mar peruano no solo son fascinantes sino nutritivos, cálidos y elegantes. Existe una increíble variedad y deliciosos sabores que logran deleitar hasta los paladares más exigentes.

Este último viernes una de mis amigas de la oficina y yo conversábamos sobre este tema. Ella se resistía a acompañar al resto de la oficina a almorzar a una muy buena cevichería en Miraflores. Se nos había antojado unos piqueítos de mariscos acompañados de una copa de vino blanco. Ella decía que hacía mucho frío y que por qué mejor no elegíamos otra cosa.

Al final, la convencimos y nos dirigimos a ese restaurante que era muy acogedor. Me gustaba su decoración, bastante sobria y discreta, pero atractiva a la vez. Estaba a unas cuadras del malecón y tenía mesas al aire libre protegidas con hermosas ventanas de vidrio que nos protegían del aire y el frío. Al entrar pudimos observar la lista de platillos, algunos tradicionales y otros que eran creación del chef. Pero todos tenían una descripción que se nos hacía agua la boca.

Nos sentamos afuera, para no perdernos la vista a la calle, y pedimos unos carpaccios de mariscos con una ronda de vino blanco, perfecto para maridar este potaje. Nadie pudo resistirse a exclamar un «oh» de satisfacción. Y es que la combinación de los pulpitos con los camarones en salsa de palta estaba exquisita, además de la variedad de ajíes y salsas que nos trajeron para acompañar al piqueo.

Mi amiga, quien no quiso venir, no se quedó atrás y disfrutó del potaje tanto como nosotros, tanto así que al final, ella misma pidió un pulpo al olivo para todos, cuya presentación era más que provocativa: un pulpo fresco trozado y rociado de salsas de aceitunas variadas y aceite de oliva. Aquella tarde sí que disfrutamos de unos piqueos realmente deliciosos.

Imagen: Manual de recetas