Tomándonos un Laguna Azul en el sur

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Recuerdo hace algún tiempo, cuando aún no tenía bebés, que hubo una época en la que mi esposo hacía muchos viajes de negocios. Ciertos fines de semana yo me quedaba sola en el departamento, pero esa no podía ser excusa para deprimirme.

Muy por el contrario, aprovechaba el tiempo para visitar a mis amigas, charlar muchísimo y hacer muchas cosas que hacía cuando era soltera, como ir a la casa de playa de Adriana, manejando sola por la carretera y con la música a todo volumen.

La casa de Adri está, aproximadamente, a unos 100 kilómetros al sur de Lima. Es un lugar maravilloso, en donde hemos vivido mil y un fiestas, y en donde conocí a mi esposo, en una noche mientras ambos tomábamos un Laguna Azul.

Adriana y yo quedamos en encontrarnos a las 11 de la mañana en su casa del sur para recordar viejos tiempos y broncearnos un poco con ese sol incandescente de un enero que prometía ser uno de los mejores de nuestras vidas.

Nos abrazamos y nos fuimos directo a su bar; yo ya le había comentado que quería tomar un trago en especial para recordar viejos tiempos y ponernos al día en los chismes de nosotras y de las demás chicas del grupo.

Nos preparamos ese trago que me hace sentir tan bien siempre (y ya les conté por qué…): Laguna Azul. Frente al mar y con el cielo absolutamente despejado, es una combinación perfecta de vodka, blue curacao, limón y gaseosa blanca.

¡Cómo nos reíamos de las miles de anécdotas pasadas! Realmente el día se nos hizo cortísimo entre conversaciones, historias y muchos cócteles llenos de hielo. Qué deliciosos recuerdos tomándonos un Laguna Azul…

Imágenes: iFood.