¡Anticuchos!
Era viernes en la noche y era una de esas noches veraniegas que invitaban a salir, y mientras pensaba a dónde podría darme una vuelta, mi celular sonó. Era Carmen. «Vente a Miraflores ahora mismo, tienes que saber esto, apúrate, te espero» click.
Subí a mi auto y enrumbé allá, ella sonaba ansiosa, ¿qué le habría pasado? Llegué a donde ella me indicó, una esquina en donde había mucha gente en torno a un localcito modesto, un olorcito agradable invadía toda la avenida, en cuyos cuatro lados se estacionaban autos tras autos. En uno de ellos, estaba ya ella, haciéndome señas con la mano. Lucía contentísima.
Me estacioné y subí a su auto.»Tienes que probar esto, no te lo puedes perder, esta es una de esas cosas simplemente imperdibles, y te llamé por ello. Sé lo ocupada que estás en el trabajo y la casa, pero hay momentos en que, de pronto te topas con una delicia como esta y…oh». Tenía en las manos un platillo con unas enormes presas de anticuchos que me sorprendieron no solo por su tamaño, sino por su presentación, qué dorado tan parejo, qué olor…
Pedí una porción para mí a uno de los muchachos que atendían al auto, no sin cierta vacilación. Pero cuando lo probé, me quedé de una pieza, ¡qué irresistible sabor! la carne se deshizo en mi boca de inmediato y soltó su saborcito a carbón y a aquella sazón secreta que estaba espectacular…»Supe de este puesto por los diarios y tenían razón, son los mejores del Perú». Y no es para menos. Llamé a mi esposo, tenía que probarlos también, y de hecho que aquel restaurant sería desde entonces uno de mis favoritos: un sabor insuperable y un precio realmente cómodo, ¿qué mas se puede pedir?
Imagen: Historia de la Gastronomía