Conociendo el sabor de la selva
Como ya les he contado, soy de las personas que aman probar comidas nuevas. Siempre estoy en la búsqueda de platos diferentes y de sabores novedosos que llenen esa fascinación por el buen comer que me caracteriza.
En alguno de mis viajes tuve la oportunidad de probar la comida selvática. Muchos de los platos me gustaron muchísimo, y tengo un recuerdo maravilloso de mis viajes y de lo que pude degustar en cada uno de ellos.
Andaba buscando un restaurante en donde pudiera probar, nuevamente, el sabor intenso y delicioso de la selva, pero en Lima. No lograba que me recomendaran un buen sitio, hasta que una amiga de la infancia, con la que conversé hace algunos días, me contó sobre un restaurante buenísimo.
Decidí ir en busca de una buena cecina al lugar del que me había comentado Alicia. Me di con la sorpresa de que queda muy cerca a la casa de mi mamá, en una de las avenidas más céntricas y concurridas del distrito de San Borja.
De hecho quedé con Ro para encontrarnos en el local a la hora del almuerzo. Teníamos un par de horas para regresar a la oficina, así que no teníamos mucho problema con ello; podríamos disfrutar, sin apuros, de diversos platos deliciosos.
A nosotros nos encanta picar diferentes sabores, así que ordenamos un tiradito de doncella. No teníamos idea del sabor de ella, pero decidimos arriesgarnos. Para beber, yo moría por un jugo de cocona y Ro no quería perderse una aguajina.
Como era obvio, yo no quería perderme una sabrosa cecina, pero tampoco quería comer solo eso. Ordenamos, entonces, una ronda típica, perfecta para los dos. En ella pudimos probar el tacacho el juane, la cecina, un poco más de doncella, chaufa de la casa y una ensaladita muy rica.
No pudimos arrepentirnos de ninguna manera; el sabor fue espectacular y el gusto de almorzar juntos un día más es incomparable. Ro y yo quedamos en invitar a almorzar a Alicia por la buena sugerencia del lugar, mientras nos despedíamos con el corazón contento.
Imágenes: INICTEL.