El Bloody Mary del día siguiente…
Mi mamá y la tía Lola son íntimas amigas. ¡Uff! Todavía me acuerdo que se quedaban despiertas hasta tarde los viernes jugando cartas, mientras mi papá y mi tío Mico se encerraban en el estudio a hacer sabe Dios qué cosa «que no pueden ver las niñas», solo sé que siempre salían oliendo a whisky y a puros.
A veces, la tía Lola se quedaba en casa hasta el día siguiente; esto pasaba cuando los cuatro jugaban cartas y se ponían a tomar whisky. Según los comentarios que lograba escuchar, la tía no tenía mucha resistencia con el alcohol y se quedaba dormida en el cuarto para las visitas. Yo escuchaba a mi tía decir en un español ya no tan claro, «Mico, no, no, no, ¡nunca más…!».
Al día siguiente, temprano, mi mamá ya tenía listo el desayuno para todos, menos para la tía Lola a quien le daba a tomar un jugo rojo muy particular que preparaba en la licuadora. Poco a poco me fui enterando de que el bendito jugo era, nada más y nada menos, un preparado con alcohol que, según ahora dicen, es perfecto para la resaca del día siguiente.
Resulta que el Bloody Mary nadie sabe a ciencia cierta quién lo creó ni de dónde fue que apareció, ya que se le atribuye a varios «creadores» su invención. Por un lado se dice que fue en París y por otro que fue en los Estados Unidos. La cosa es que ya nadie se pelea por eso, porque disfrutan tanto del sabor, que ni les importa qué habrá detrás del nombre.
Se dice que las bondades del jugo de tomate y de la salsa tabasco sirven mucho para recuperar a quienes hayan bebido demasiado la noche anterior. Además, el vodka le da el toque mágico, a pesar de que el limón, la sal y la pimienta también se sienten muy bien. ¿El punto extra de sabor? Una salsa llamada Worcester y la rama de apio infaltable. ¿Provoca? Sí, pero con abundante hielo…
Imágenes: PlanetaJoy.