La historia de los Mojitos en el Caribe
Una de mis cuñadas es súper conversadora y viajera hasta más no poder. Claudia adora viajar y creo que ya se conoce todos el mundo, hasta los más recónditos lugares. De todos estos viajes siempre tiene centenares de historias que contar, ni se imaginan.
En la actualidad ya no puede realizar tantos viajes como cuando era soltera, porque los bebés y el trabajo son más intensos que antes. Pero ella, feliz, «algún día tenía que sentar cabeza, querida», me dice riéndose de sus millones de anécdotas de juventud.
Una de ellas es la historia del Mojito, que parece encantarle, porque la cuenta una y otra vez. Hoy estuve acordándome de Claudia y su más famoso relato, y tal vez, unos de sus mejores recuerdos de uno de los viajes a Cancún que hizo cuando era universitaria.
Resulta que ese día ella se quedó sola en el hotel, porque sus amigos decidieron ir de compras, nuevamente. La verdad es que Claudia quería pasar al menos un día en la playa, relajada y tomándose un par de tragos, así que se puso un bikini y salió a sentarse en la arena.
El mozo del hotel pasó por allí y le dejó una carta. Claudia la investigaba, leía cada palabra; «un día tranquilo merece el mejor de los tragos«. Optó por alguno que contuviera ron… «Por favor, un Mojito», le dijo al mozo, pensando en cómo sería…
La primera impresión fue extraña: el Mojito es un trago que contiene hierbabuena sumergida en la bebida, pero Claudia, súper decidida, lo probó y pudo sentir cada uno de los sabores, y ese ron que se fundía con la gaseosa blanca, el limón y el azúcar.
Estaba súper helado y hacía mucho calor… Mojitos van, Mojitos vienen… Mi cuñada termina siempre de contar su historia soltando varias carcajadas. «El mozo, ¡no me cobró los Mojitos!», ja, ja, ja… Ella siguió pensando eso hasta ver su cuenta total del hotel… ¡Pobre, pensó que se había librado de aquella cuenta!
Imágenes: AfricaPuente.