Mi experiencia japonesa con el Sake

Me había faltado contarles mi experiencia de hace algún tiempo con la bebida japonesa. Tal vez dos o tres años atrás, volví a ver a una amiga que había tenido que viajar a Japón. A ella la conocí en un trabajo de verano, cuando estaba en épocas universitarias, y nos hicimos muy cercanas, tanto que desde esa época hasta hoy todavía mantenemos contacto.

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Regresó de Japón y me llamó de sorpresa. «Querida, estoy en Lima! Vente a mi depa para vernos!». Fui corriendo a verla, esperando charlar toda la tarde, porque, por suerte, era sábado. Llegué a su casa y me recibión con un gran abrazo y un laciado que le quedaba genial. «Allá, en Japón, es la última moda y tú sabes que yo no me puedo quedar atrás».

Nos sentamos en su terraza mientras me contaba todas las experiencias divinas que había vivido en Asia. En la mesita de centro había colocado una caja, una botella y dos vasitos pequeños; me explicó que en la caja estaban mis regalos y que la botella contenía sake, esa milenaria bebida alcohólica hecha en base a arroz de la que tanto había escuchado, pero que no había tenido oportunidad de probar. Hasta hoy.

Revisé mi caja y Marita me interrumpió con un vaso lleno de sake que me sirvió sin que o me diera cuenta. «Está heladito y buenazo. Salud!». Pucha, ni modo, había que probar lo nuevo, no? De sabor fuerte, un tanto seco, pero con un dulzor diferente y especial. Compartimos un par de vasos más junto a unos piqueos que trajo Marita, «para que no te me marees tan rápido, ja, ja, ja».

Mi querida amiga me contó un poco acerca del sake y de como se toma allá, en Japón. Antes de las comidas, el sake funciona muy bien como aperitivo y no solo se toma frío, sino que puede calentarse a baño maría y tomarlo así en las noches frías de invierno. Tantas cosas que nos contamos y el tiempo que nos quedó corto; cerramos la botella y prometimos vernos al día siguiente. Esta vez, yo le llevé un pisco para recordar viejos tiempos.

Imágenes: Pobladores.