Mi mezcal 100% mexicano
Mi hermano estuvo hace algunas semanas en México, haciendo un viaje de exploración científica y pasando por muchas de las ciudades de aquel país norteamericano. Una de las ciudades que visitó fue Oaxaca, cuna del mezcal y en donde se encuentran distintas variedades del mismo. Él logró traerme una botella y explicarme algo más acerca de este mexicano brebaje.
Resulta que el mezcal es muy parecido al tequila en cuanto a su elaboración, ya que se produce a partir del agave, también llamado maguey. De esta planta solo se utiliza el corazón, eliminando las hojas. Se cuece y se muele para pasar al proceso de fermentación y, seguidamente, al acto de extraer los alcoholes que se consiguen tras transformar los almidones y carbohidratos en azúcares.
La principal diferencia entre el mezcal y el tequila es que, por lo general, el tequila es hecho solo de la variedad de agave azul, mientras que el mezcal puede ser producido de varios tipos de agave, llegando a 20 variedades. Asimismo, en las botellas de mezcal podemos encontrar el tradicional gusano rojo que se encuentra en las hojas del maguey y que puede ser consumido una vez que se acabe su contenido.
Su sabor es intenso, «pero el buen mezcal te deja un saborcito delicioso en el paladar, ¿lo sientes?», me dijo mi hermano, mientras saboreaba el trago aún en mi boca. Definitivamente, es rico y se dice que los mezcales más deliciosos son los que se fermentan en barricas de vidrio, ya que los fermentados en madera pueden perder todo su fino sabor, además de tomar un color más rubio en el contenido, a diferencia de la transparencia del fermentado en vidrio.
Se le atribuyen diferentes bondades a este licor de bandera mexicano y algunas frases populares, como «Para todo mal, mezcal, y para todo bien, también». Tómalo despacio, para que no se te suba a la cabeza y podrás disfrutar de un sabor diferente a lo que los peruanos estamos acostumbrados.
Imágenes: AMountainOfCrushedIce.