Pasando gratos momentos con una sangría española

sangria-espanola

Este fin de semana largo fue propicio para descansar y pasarla con los familiares y amigos.  Mi familia y yo la pasamos con unos amigos en una casa de playa que estos últimos tienen en Santa María, uno de los balnearios más acogedores de Lima para descansar y reflexionar.

Hacía mucho tiempo que ellos y nosotros no nos veíamos. Ricardo es amigo de la universidad de mi esposo, y junto con su ahora esposa Milenka, solíamos salir juntos en parejas cuando éramos enamorados, en la universidad. Recuerdo un localcito donde siempre nos escapábamos los cuatro, a bordo del volkswagen escarabajo de Ro, los viernes luego de clases, cuando nuestras vidas eran una fiesta.

Era un restaurancito ultra pequeño, regentado por unos españoles que quedaba en una callecita de Miraflores. Uno entraba y se encontraba con un minúsculo y abarrotado ambiente, en que solo había un barra fabulosa labrada en cedro, con sus 5 bancos de fierro y al fondo una escalerilla de caracol a donde se llegaba al segundo piso, en donde si querías podrías sentarte en una de las dos únicas mesitas que habían, y que daban al ventanal, para mirar la Lima nocturna. Las paredes tenían fotos de artistas, dedicatorias y firmas. Eso sí, sus cocteles eran fabulosos, pero nosotros íbamos por su famosa sangría española: una combinación de peras, plátanos, melones, limones y melocotones en cuadritos, con vino tinto español rociado con un chorrito de ginebra y almíbar de melocotón en su clásica jarra barrigona, el licor perfecto para una conversa de fin de semana, luego de tantos cursos, exposiciones y proyectos.

Ahora ya casados y con hijos de la misma edad, recordamos esos gratos momentos precisamente con una sangría preparada por Ricardo, ahora frente al mar y con la paz de las olas y del sunset en Semana Santa.

Imagen: Puerto Hurraco: Crónica Judicial