Pizzas y calidez en San Isidro
El viernes de la semana pasada me encontré con Fabi al salir de una reunión de directorio en mi oficina; Fabi es una de las más grandes amigas que tengo en la oficina, y veníamos aplazando una salida para conversar y ponernos al día desde hace ya varias semanas.
Quedamos, sin falta, en salir a cenar esa noche, así que ni bien llegué a mi oficina llamé a la casa para decirle a la nana que acueste a los chicos y a mi esposo para contarle que llegaría un tanto más tarde a casa, pero que me espere despierto, como siempre.
Fabi me sugirió ir por unas pizzas. Yo le dije que no soy muy partidaria de las pizzas, porque me resultan algo grasosas. «Este lugar te va a encantar, es demasiado perfecto…» me dijo, así que decidí hacerle caso, una vez más, a mi gran amiga.
Llegamos a un restaurante en la avenida Dos de Mayo, en San Isidro. Ingresamos al lugar y me pareció excelente; un ambiente muy cálido con una bienvenida muy acogedora y un aroma delicioso. ¿Para qué más?, pensé.
Nos sentamos en una gran mesa iluminada por una vela blanca. Al ver la carta noté que los precios eran muy asequibles, mucho más de lo que había imaginado. Decidimos ordenar una lasagna y una pizza, ambas para picar. ¿Y para tomar? Obvio: dos copas de vino.
Esa pizza spagnola estaba exquisita: carne, salame, salchicha y queso 100% derretido, tanto que tuvimos algunos accidentes mientras nos servíamos la pizza. «A este lugar me trajo Arturo cuando cumplimos un mes de casados», fue entonces cuando comprendí la importancia de este lugar para Fabi…
Entre chismes y recuerdos terminamos esa lasagna repleta de champiñones y nuestro delicioso vino. Definitivamente, nos hacía falta una velada así, tan distinta y acogedora. Una vez más, no me arrepentí de seguir los consejos culinarios de mi amiga.
Imágenes: TZIMG.