Un brindis por el Día del Padre con deliciosos vinos argentinos
«No hay vino argentino que no sea bueno», eso nos decía el esposo italiano de Dely, mi amiga, con quien nos habíamos reunido para hacer un brindis por el Día del Padre. Mi amiga asentía y nos contaba con puntos y comas sobre cómo les había ido la vez que decidieron irse a la tierra del tango para comerse unos asados y tomarse unos buenos vinos. Sin duda que Argentina tiene lo mejor de las carnes y parrillas, eso es innegable. Pero de sus vinos, no conocía mucho.
Nuestros amigos nos propusieron ir a un restaurante argentino para comernos una buena parrilla y especialmente degustar alguno de los mejores vinos argentinos que allí tenían. Fuimos al lugar, un elegante local en la avenida Larco. Desde que entramos, el olor del fogón nos sedujo inmediatamente y nos abrió el apetito. Mientras esperamos la comida, Dely le pidió al mozo que nos trajera un buen vino seco rioplatense.
Servidos en finas copas, el vino en verdad sabía delicioso, pasó suave por la garganta y su sabor firme a madera cautivaba. Dely nos contó que, al igual que yo, no sabía casi nada de vinos, pero que en Buenos Aires aprendió catando en compañía de su esposo. Si se van a comer carnes, qué mejor que un vino tinto seco para maridar. Si se trataba de pescado, lo ideal era un vino blanco. Que los tintos solían durar más tiempo que los blancos y de los tipos de uva para su elaboración: cavernet sauvignon, merlot, chenin blanc etc. Verdaderamente me dejó asombrada su inusitada sapiencia sobre los vinos.
Ese día, vísperas del día en que agasajamos a todos los padres que nos han dado su cariño y dedicación, brindamos con ese exquisito vino seco, deseándoles parabienes a los papás presentes y cómo no, a todos los papás del mundo.
Imagen: Luz Gabriela Rodríguez.