Un lonche lleno de recuerdos en un lugar especial
Recibí una llamada inesperada a mi celular hace un par de semanas. Era Jazmín, mi gran amiga del colegio. Me sorprendió mucho y lo primero que pensé es que algo había pasado entre las chicas del grupo; sin embargo, grande fue mi sorpresa cuando me saludó súper contenta. Yo no la escuchaba mucho, estaba atorada en el tráfico, pero logramos conversar un poco una vez que logré estacionar el auto.
«¿Cuándo te veo? ¡No chismeamos desde hace milenios!», yo seguía sorprendida ante las palabras de Jaz, pero feliz. Quedamos en vernos al día siguiente y yo sugerí el lugar: un sitio ideal para conversar y poder tomar un lonchecito tranquilo en un lugar lindo. La cité a las 6:30 pm., hora perfecta como para desviarnos del tráfico y mirarlo a través de la ventana del café.
Llegué puntual y mi amiga, cinco minutos después. Nos abrazamos y comenzamos a conversar de inmediato, tanto que no nos dimos esos minutos necesarios para poder ver la carta e hicimos volver tres veces al mozo con su libretita de apuntes. Finalmente logramos hacer el pedido entre miles de risas y recuerdos que empezaron en el momento perfecto de la tarde.
Le comenté que nunca había venido a este café, pero que era una opción buenísima. «Yo siempre me como mi Pasión de Maracuyá, ¡no sabes lo que es!». Efectivamente, Jaz ordenó su postre favorito, pero yo opté por un delirap Tres Jamones; tenía antojo de algo salado y después de investigar toda la carta fue mi mejor opción. Para beber: un par de frozen de frutas.
¡Cuántos recuerdos! Resulta que pensé que yo tenía mejor memoria que Jaz, pero me ha hecho reir con todo lo que se acuerda de nuestros tiempos de colegialas y universitarias. El lonche nos cayó a pelo, pero no podía dejar de coronar mi noche con un delicioso helado que compartimos de una copa, como cuando éramos adolescentes. Cómo se prestan estos cafés para grandes tertulias de grandes amigas…
Imágenes: Delicass.