Un Machu Picchu de bienvenida
Después de tiempo que no la veía apareció en casa mi tía Lola. Sí, aquella que con mi mamá se quedaba jugando cartas hasta tarde y tomándose unos whiskys, ella siempre contagiante y alegre, dispuesta a pasar una buena velada. Yo la veía cuando era pequeña desde la escalera (mi mamá creía que ya estaba durmiendo) y me emocionaba verla tan entusiasta siempre, haciendo reír a todos.
No la veíamos desde meses, y es que ella, ahora que tiene todo el tiempo del mundo para disfrutar (sus hijos, mis primos ya son independientes) anda de viaje en viaje. Esta vez retornaba de Chile, Bolivia y Argentina y estaba ansiosa por probar algo realmente nuestro. Cómo se extraña nuestra comida y bebida cuando se está lejos, o no tan lejos. Así que con esta ocasión, le preparamos una reunión de bienvenida en la casa.
Para empezar, mi mamá y yo hicimos unos piqueos de causa, la cual la presentamos en forma de bolitas, con su hojita de perejil encima y sus mondadientes para servirse; y para brindar esta vez quise sorprenderla preparándole una receta que había guardado celosamente para esa ocasión; un coctel cuyo nombre es más peruano que nunca: Machu Picchu. Y ya tenía listos todos los ingredientes: la crema de menta, el jarabe de granadina, el hielo, y el jugo de naranja. ¡Había convertido mi cocina en un bar!
Tal y como decía la receta, mezclé la granadina con el hielo, luego, en otro recipiente la crema de menta con el pisco. Esta segunda mezcla la agregué cuidadosamente a la primera con una cucharita. Luego el clásico adorno: la rodajita de naranja al borde del vaso y una cereza clavada en ella. Mi tía Lola lo probó y su rostro de satisfacción lo dijo todo, estaba excelente. ¡Sin duda este coctel estaba perfecto para aquella ocasión!
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